domingo, 29 de junio de 2014

Creepy 2

Leído en junio de 2014. Este segundo volumen de la reedición integral de la revista Creepy sigue la línea marcada por el primero, que ya se comentó aquí el mes pasado. Continúa, por tanto, el terror clásico y efectista, basado en el efecto sorpresa de Archie Goodwin —un creador no por prolífico menos brillante—, y su espectacular nómina de socios en el apartado visual: los Torres, Severin, Crandall y compañía, todos ellos dibujantes que el tópico ya instalado en la historia de los cómics califica de "probada eficacia”, pero que sin duda cabría calificar de "artistas como la copa de un pino”. Véase, como muestra, la espectacular “El barril de amontillado" de Crandall.
Si el nivel medio del libro es excelente, hay unas cuantas historias que se elevan hasta lo extraordinario. Además de las portadas de Frazetta, alcanzan ese nivel excelso, según mi parecer y como ya ocurría en el primer volumen de la serie o en la también comentada primera entrega de la recopilación de Eerie, los trabajos del trío de titanes que sin duda marcó el máximo nivel de excelencia de esa primera época de las revistas Warren de terror: me refiero, claro, a Gene Colan, Steve Ditko y Alex Toth. En especial, las tres historias de paranoia extrema y puro terror psicológico de Toth son inconmensurables.

domingo, 22 de junio de 2014

Saga - Capítulo Uno

Leído en junio de 2014. Nunca oculto que mis lecturas no están al día. Digan lo que digan, se publica mucho, y los recursos económicos son tan limitados que no hay más remedio que renunciar a leer muchas cosas. Lo siguiente es renunciar a leer las reseñas de lo que se publica. Así que es muy fácil perderse cosas importantes. Y hay que aceptarlo tal como es. Pero hay casos imperdonables: a pesar de la multitud de premios que ha ido cosechado—nada menos que varios Eisner y Harvey, además de un Hugo—, Saga había pasado prácticamente inadvertida para mí, y no sé muy bien por qué. Hasta ahora, cuando ya está en las librerías el tercer volumen de la edición española, no había hecho el gesto de comprar y leer el primer tomo. Qué error.
Saga es una space opera rutilante, sexy y divertida, con más fantasía que ciencia ficción, más humor que solemnidad, y más perversidad que amabilidad, repleta de ideas imprevisibles y alucinantes —qué pena que no tengamos una buena traducción para mind-blowing— y de golpes de genio tanto en el guion como en el dibujo. Saga está entre lo mejor que he podido leer (y ver) de Brian K. Vaughan, y ofrece un brillante dibujo y color de Fiona Staples, que en esta obra se muestra como una artista de trazo magistral en el diseño de criaturas fantásticas. Voy, rápido, a por los otros volúmenes editados.

miércoles, 18 de junio de 2014

Orgullo y satisfacción

Leído en junio de 2014. Hace unas semanas, un grupo de historietistas y escritores renunciaron a seguir trabajando en la revista El Jueves por motivos de conciencia. La razón: la decisión editorial de RBA de retirar una portada —aprobada, ideada y creada por la redacción, y, quizá lo más destacable, ya impresa— sobre la abdicación de Juan Carlos I de España y la proclamación de Felipe VI. Para esos autores, la decisión del propietario lesionaba gravemente la libertad de expresión y la autonomía de la redacción, por lo que se sintieron obligados a dimitir de sus cargos en el consejo de redacción y/o a anunciar que dejaban de colaborar en la revista. En un tiempo récord, este grupo de autores ha creado y publicado (en edición exclusivamente digital de ¡Caramba!) la monografía Orgullo y Satisfacción —dirigida y coordinada por Guillermo, Albert Monteys, Manel Fontdevila, Bernardo Vergara y Manuel Bartual, y con trabajos de todos los autores salientes de El Jueves—. El resultado son 82 páginas de sátira furibunda y crítica inequívoca a la institución de la monarquía española y a la trayectoria personal de todos los relacionados con ella.
Cualquier nota de lectura —no se trata nunca aquí de hacer un análisis en profundidad—de esta monografía pasa necesariamente por tratar dos aspectos. El primero es la agilidad creativa que han demostrado los autores responsables de Orgullo y satisfacción, sin duda nacida del enfado y de la pura necesidad expresiva. El segundo es la calidad final del resultado, que, sobre todo en lo que respecta al dibujo, es sobresaliente. Dicho esto, y aunque hay que destacar que la naturaleza miscelánea del conjunto hace posible que cualquier lector encuentre algo de su agrado, supongo que debo dejar constancia de mis piezas favoritas. Dado que, por una pura cuestión de gusto, soy mucho más afín a los desarrollos narrativos amplios que a los formatos brevísimos como el chiste de una sola viñeta o la tira, he disfrutado especialmente con “Las 4 frases tópicas más escuchadas a los detractores de la República” de Bernardo Vergara, “Estirpe campechana” de Manel Fontdevila, “El Rey, ese Semidiós”, de Luis Bustos, “Botswana, 2012”, de Albert Monteys, y “Froilán Rey” de Paco Alcázar. Esas son mis “historias” favoritas, pero todos los participantes en Orgullo y Satisfacción merecen el máximo crédito como responsables de un conjunto destacable por muchos motivos.

viernes, 6 de junio de 2014

Ragemoor

Leído en junio de 2014. De las bondades y la vigencia de Richard Corben ya escribí hace pocos días, a propósito de la lectura de La casa en el confín de la Tierra. Como dejé escrito entonces, toca seguir pasando revista al Corben terrorífico de los años 2000. Y toca seguir con Ragemoor, una obra hecha en colaboración con su viejo compinche Jan Strnad, con quien ya realizó clásicos del cómic de los últimos setenta y primeros ochenta como Las mil y una noches, Mundo mutante o Jeremy Brood.
Ragemoor es una historia de terror gótico y horror cósmico sobre maldiciones familiares, castillos que albergan horrores insondables y abominaciones sin fin. Está claro de donde proviene el material que abastece la pesadilla del dúo, y, de hecho, todo lo que he leído sobre la obra tiende a liquidarla como un mero pastiche de Poe y Lovecraft. Creo, sin embargo, que, como como suele ocurrir con las citadas creaciones del dúo Strnad-Corben, Ragemoor se extiende más allá de sus referencias obvias. Es evidente que la obra gravita alrededor del argumento seminal de La caída de la Casa Usher y de horrores venidos de un universo lovecraftiano, pero tanto la historia y los diálogos de Strnad como el dibujo de Corben llevan Ragemoor a un nivel incluso superior de abyección, a un horror alucinado mucho más demente en el que pueden adivinarse (y disfrutarse) sombras de humor negro clásico y delirios de filiación surrealista. Seguro que, junto a las obras completas de Poe y Lovecraft, en la mesita de noche de Strnad y Corben hay ejemplares de la Antología del humor negro de André Breton y de alguna que otra obra de Topor.

miércoles, 4 de junio de 2014

Constantine 1 & 2

Leído (volumen 2) y releído (volumen 1) en junio de 2014. Parece que no es posible comentar este Constantine sin hacer referencia a Hellblazer, la colección de Vértigo que, a lo largo de más de dos décadas, encantó a multitud de lectores de cómic aficionados al terror y a la fantasía oscura. Y es lógico que así sea, dado que el protagonista no es otro que el hechicero y exorcista embaucador, amoral y cínico, de poses y maneras heredadas del estereotipo del detective clásico, que protagonizó el título nacido en el seno de DC Comics y desarrollado en el sello Vertigo. Por tanto, a nadie puede extrañarle que los lectores comparen. Sin embargo, y aún entendiendo ese derecho, creo que los lectores de hoy día deberían tener ya claro que no conviene encariñarse en exceso con la continuidad de personajes creados por grandes corporaciones del entretenimiento, dado que la lógica de la explotación de esas propiedades intelectuales no siempre está en sintonía con las necesidades afectivas de los fans.
En pleno apogeo del personaje de John Constantine como protagonista de un cómic de espíritu británico en el que, desde un enfoque de puro género de terror (aunque, a veces con, humor) se levantaba una convincente cosmogonía basada en el cinismo y la ausencia de esperanza —y de paso se comentaban asuntos políticos y sociales—, alguien decidió desarrollar aquella película de Francis Lawrence protagonizada por Keanu Reeves, que no es que fuera precisamente en la misma línea. Y ahora, cuando los responsables de la política editorial de DC Comics consideran que el personaje en su encarnación clásica ha dado todo lo que podía ofrecer, alguien decide desarrollar este nuevo Constantine, un completo reinicio que integra la cabecera en el nuevo universo DC y que, en consecuencia, establece una nueva vida, una nueva personalidad, y, en definitiva, una nueva continuidad para el personaje. Nada que decir a eso. De lo que sí podemos opinar es de la serie en sí, que, de forma coherente con esa nueva orientación, se inscribe en el género superheroico y en la moderna urban fantasy.
La primera entrega de la edición de ECC Ediciones contiene los cuatro números iniciales de la serie. Los tres primeros forman el arco La chispa y la llama, escrito por Ray Fawkes y Jeff Lemire y dibujado por Renato Guedes, en el que se presenta al nuevo Constantine neoyorquino y se le enfrenta a los poderosos hechiceros de la Secta de la Llama Fría por el control de un dispositivo mágico. Lo mejor del arco lo constituyen algunas ideas de guion, como la escena en el avión del primer episodio o el Londres convertido en hiperactiva trampa mortal del tercero, y el dibujo de Guedes, tan “europeo” para la ocasión que llega a ser reminiscente de Bilal en algunas páginas (lo cual está muy bien, claro). El primer volumen se cierra con el episodio suelto Todos mis amigos, dibujado por Fabiano Neves, una historia “cotidiana” que viene a decir que la rutina de Constantine incluye negociar con durísimos brujos vudú, esquivar amenazas de muerte y ser testigo de alguna que otra escena gore —un evidente regalo de DC al grupo de aficionados de la serie con gusto por el terror un poco más salvaje—. Si de la primera entrega se puede decir que genera interés por seguir leyendo la serie, de la segunda no se puede decir lo mismo. En primer lugar, porque se nos escamotea el número 5 de la serie original (que ECC publicó en su número 6 de Liga de la Justicia de América) y eso es algo que a muchos lectores de una serie nos ofende. En segundo lugar, porque las historias sueltas de estos tres números tienen buenos momentos y crean un clima, pero en su conjunto no cuentan nada que no se haya contado ya en el primer tomo. El volumen se cierra con un episodio (el número 8 de la edición original) de espectacular planificación, diseño y dibujo de Aco, pero este remate excelente, por muy de agradecer que sea, no acaba de mejorar el resultado en general decepcionante del segundo volumen.

lunes, 2 de junio de 2014

Riesgo Suicida 1

Leído en junio de 2014. Las colecciones de superhéroes —o personajes equiparables—, creadas o distribuidas por compañías diferentes a Marvel o DC corren el riesgo de pasar inadvertidas para un público general, pero en bastantes ocasiones proporcionan sorpresas agradables. Al fin y al cabo ese es el ecosistema en el que han nacido cabeceras convertidas ya en clásicos del cómic americano como Nexus, Hellboy, Spawn o las series de America's Best Comics escritas por Alan Moore. Vamos, que todo esto es para decir que conviene estar atento a lo que pasa en las llamadas independientes.
Una de esas independientes, BOOM! Studios, publica —a nuestro mercado lo trae Aleta Ediciones— este Riesgo Suicida, una serie escrita por Mike Carey y dibujada por Elena Casagrande, que, por lo que puede verse en este primer volumen recopilatorio, combina un enfoque de procedimental policial clásico con un tratamiento de los superhéroes algo más sofisticado y maduro que el que puede leerse en la mayoría de colecciones del género —supongo que no es necesario, pero por si acaso aclararé que un “tratamiento más maduro” no tiene por qué ser sinónimo de “mayor calidad”, ni siquiera de “más interesante”—.
No creo que por el momento vaya a dejar de pensar que el Carey que pasará a la lista de los profesionales que han hecho cosas relevantes en el medio es el Carey autor de fantasía, y en especial el creador de The Unwritten —a mi juicio una de las cumbres de la narrativa de metaficción fantástica de esta década—, pero veo este Riesgo Suicida como una lectura que no palidece en comparación a otros trabajos del autor en el género superheroico y que proporciona buenos momentos de épica, emoción y entretenimiento. Con un dibujo expresivo, sin recarga, elegante de Elena Casagrande, acertado tanto en la construcción narrativa como en el modelado de personajes inquietantes, la historia de Riesgo Suicida se desarrolla en una estructura clásica de revelaciones que se acumulan y conducen a un giro argumental de gran impacto. Ese twist —que se produce en el cuarto episodio del volumen— proyecta definitivamente la historia hacia la épica total y lleva inexorablemente al cliffhanger de manual del final del tomo, que, por supuesto, deja con ganas de leer más. Mientras, se van desplegando las pertinentes y ya canónicas reflexiones sobre la naturaleza del poder y la venganza, y sobre el propio género de los superhéroes.