domingo, 3 de septiembre de 2017

El último recreo

(Re)Leído en agosto de 2017. Relectura de este clásico de la historieta de los ochenta que ya había leído —y que de hecho conservo— por entregas en la revista 1984 y en la edición de 1998 de Planeta DeAgostini. Leer esta nueva edición de Astiberri es redescubrir la obra: el mayor tamaño de la página permite contemplar en todo su esplendor el dibujo de un Horacio Altuna superdotado para el claroscuro y para la expresividad en el retrato del rostro, como es el Altuna de los primeros ochenta, el de este El último recreoFiccionario. (Nota: no es que el resto de la obra de Altuna no me parezca excelente en su mayoría, sino que estas dos obras que cito fueron un auténtico descubrimiento para mí cuando era lector en la primera adolescencia, y eso marca mucho). Como clásico que es, sigue funcionando perfectamente su historia post-apocalíptica trasmutada en fábula infantil, con evidentes ecos del El señor de las moscas y apuntes igualmente evidentes y muy intencionados de la mirada antropológica propia del momento creativo que vivían Carlos Trillo y Horacio Altuna. Desarrollada no como una trama ordenada y unitaria, sino como un conjunto de retazos de vida, de relatos algunos autoconclusivos, otros de imposible conclusión, la historia de El último recreo brilla en los detalles, en las expresiones de los personajes, en las palabras dichas desde la ingenuidad pero que encierran toda la sabiduría del mundo, en las luces y en las sombras. Episodios como “El rey Arturo”, “Con la ayuda de papá” o, sobre todo, “Cosas que quedan en el camino” serían suficientes para dar forma a una obra inolvidable; el resto de episodios completan El último recreo para convertirla en una obra maestra de la historieta humanista.

No hay comentarios:

Publicar un comentario