lunes, 22 de diciembre de 2014

El resurgir (The Wake)

Leído en diciembre de 2014. Lo primero que uno piensa mientras lee las primeras páginas de El resurgir es lo bien que encajaría con sus imágenes la música de James Horner o Alan Silvestri. En concreto, claro, las partituras que esos músicos escribieron en los ochenta. Porque si atendemos a la construcción de las motivaciones de los personajes, a la estructura narrativa y al tempo de la acción, esos primeros capítulos de El resurgir remiten a los clásicos cinematográficos de ciencia ficción y aventuras que cualquier espectador con un mínimo de cultura de lo fantástico recordará como indisociables del mejor cine de la segunda mitad de los ochenta, como Aliens, el regreso (1986), Depredador (1987) o Abyss (1989). Pero no es eso lo único que hay, por descontado. Tras un buen puñado de páginas, la aventura escrita por Scott Snyder da un salto, regresa al tiempo que anuncia su prólogo, y, en un movimiento temporal y conceptual de notable elegancia y efectividad, se aleja del esquema de aventura tecnológica de terror y plantea uno de los mundos futuros más alucinantes que se han visto en cómic en los últimos tiempos. En anteriores notas de lectura de estos papeles del Club Zorglub ha quedado muy claro que admiramos lo que Snyder ha ido planteando en Batman. Su control del suspense, su capacidad para proporcionar credibilidad a las acciones y reacciones de los personajes y a las las tramas, su habilidad para dotar de un hálito siniestro a la historia cuando ésta lo requiere, hacen de Snyder un escritor muy disfrutable en territorios como el de Batman o el de esta aventura más grande que la vida, cuyo único punto débil, si hubiera que buscárselo, sería precisamente su desmesurada ambición. Diez números no parecen demasiados para plantear nada más y nada menos que una reescritura completa del origen de la humanidad, y en ciertos momentos la escritura de la obra se resiente de tal ambición al plantear algunas respuestas quizá demasiado explícitas y apresuradas. En cualquier caso, la impresión final es que El resurgir se disfruta enormemente en cuanto el lector entra en sintonía con su peculiar desarrollo dramático. Y ahí tiene máxima importancia la puesta en página, la fluidez narrativa y el brillantísimo dibujo de Sean Murphy, que transporta al connaisseur a la época gloriosa de la colección Vertigo (los años noventa) sin dejar de ser absolutamente personal, radicalmente contemporáneo y, sobre todo, espectacularmente bonito (Nota: aunque bonito no sea una palabra especialmente adecuada para hablar de dibujo, en este caso no encuentro otra más precisa).

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