jueves, 29 de enero de 2015

Vic & Blood


(Re)Leído en enero de 2015. Mis mejores experiencias de relectura casi nunca obedecen a decisiones especialmente meditadas, sino que responden más bien a una necesidad repentina de satisfacer una curiosidad urgente o de completar un estudio informal. Así ha sido en el caso de Vic & Blood, el cómic de Richard Corben que he vuelto a leer después de ver la película de L. Q. Jones A Boy and His Dog, que despertó el recuerdo de haber disfrutado en su día de esa magnífica obra que Norma Editorial editó en 1989 en dos comic books —hay una segunda edición en álbum de 1990; la edición original en Estados Unidos es de 1987—. La película de L.Q. Jones está basada en la novela corta del mismo título de Harlan Ellison, y, a pesar del escaso éxito comercial que tuvo en el momento de su estreno, goza de prestigio y ha generado cierto culto entre los estudiosos y aficionados a la ciencia ficción más inquietos. Es, sin duda, un prestigio merecido, porque A Boy and His Dog tiene una buena cantidad de conceptos y momentos apreciables: La primera parte, que transcurre en el páramo nuclear, ha sido una influencia evidente para el posterior cine (y videojuego) post-apocalíptico; la segunda parte, en la que se nos revela la distopía de la sociedad subterránea nacida tras la hecatombe atómica, es un espléndido ejemplo del cine de ciencia ficción emparentado con la contracultura estadounidense. Puede que A Boy and His Dog no sea especialmente brillante, divertida o entretenida a ojos de un aficionado actual, pero es imprescindible para cualquier interesado en un cine de ciencia ficción diferente.
De imprescindible puede calificarse también Vic & Blood, que a la adaptación de la misma novela corta añade dos episodios adicionales que amplían la historia. El primer capítulo, Rastrero, funciona como presentación del mundo posterior al apocalipsis nuclear, un mundo dominado por bandas armadas y en el que abundan mutantes zombis violentos. Un escenario lúgubre, más allá de lo inhóspito, en el que lo único que brilla un poco es la amistad pura del joven Vic y su perro Blood. También brilla el descomunal talento de Corben, dominador absoluto de los recursos narrativos del cómic y virtuoso creador de volúmenes y claroscuros en blanco y negro puro —especialmente asombrosa es la capacidad de Corben para crear (e iluminar) escenas nocturnas—. El cuerpo central de Vic & Blood es propiamente Un muchacho y su perro, en la que los diálogos socarrones y la sátira social de Ellison y el (insisto) asombroso blanco y negro de Corben encajan a la perfección para hacer una obra modélica en ese registro que antes describíamos como “ciencia ficción emparentada con el underground”. El cómic se cierra con el episodio Corre, pequeño, corre, un epílogo trágico narrado desde el punto de vista del perro Blood. Los tres episodios de Vic & Blood conforman una de las grandes obras de un maestro del cómic en plenas facultades creativas y son un ejemplo digno de estudio del fenómeno de la adaptación —o de cómo una misma obra de base puede dar lugar a dos piezas de distinto alcance en medios tan diferentes como son cine y cómic—.

No hay comentarios:

Publicar un comentario