martes, 10 de enero de 2017

Star Trek: La ciudad al borde de la eternidad

Leído en diciembre de 2016. Editorial Drakul, que ya ha publicado media docena de cómics de Star Trek, se unió a finales de 2016 a la celebración (por cierto, algo escasa en nuestro país) del 50 Aniversario de la serie. Lo hizo con la publicación de este volumen que es, sin duda, un regalo para fans, pero que también es, me temo, un artefacto poco estimulante para quien se acerque a leerlo sin tener ya bien inoculado el veneno trekkie.
Es un regalo para el fan porque ofrece ni más ni menos que la reconstrucción de uno de los episodios legendarios de la serie: “La ciudad al fin de la eternidad”. Escrito por Harlan Ellison, el primer guion de aquel episodio fue descartado por ser demasiado caro de realizar y porque varios elementos de la trama eran “poco Star Trek”. Una revisión del guion, ya sin esos elementos conflictivos, se acabó convirtiendo en el vigésimo octavo capítulo de la serie. La leyenda crece cuando Ellison envia la versión inicial a la Sociedad de Escritores de América y gana el premio de la asociación en su convocatoria de 1968. Además, ese mismo año la versión final obtiene el Premio Hugo. Con el tiempo, el episodio se ha convertido en uno de los favoritos tanto de los fans y especialistas como de los implicados profesionalmente en Star Trek, así que no es raro que en IDW vieran la edición de una adaptación en cómic de aquel guion original como una forma más que digna de celebrar el medio siglo de vida de la serie.
El libro en sí es un buen objeto para el disfrute del fan, dado que contiene la adaptación del episodio en cuestión y un abundante paratexto: introducción y epílogo de Harlan Ellison, portadas de Paul Shipper y Juan Ortiz —todas ellas muy interesantes— y un amplio making of con anotaciones del dibujante/pintor J.K. Woordard. Pero como decía, el libro es también un artefacto raro para el no-fan. Y lo es, precisamente por el trabajo de Woodward, sin duda lo más discutible del proyecto: su estilo obsesivamente mimético agarrota la narración y convierte las páginas del libro en una especie de fotonovela de lujo, en un relato que no fluye. Teniendo en cuenta que la adaptación del guion de Ellison es prolija en escenas dialogadas con más que abundante texto, no parece que un estilo de dibujo tan poco dinámico como el de Woodward sea la elección más adecuada para la puesta en imágenes. Pero si en IDW deciden que sí, ¿quienes somos nosotros para discutirlo?
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