La propia autora explica que la idea del Las emocionantes aventuras de Lovelace y Babbage vino después de emprender una pequeña investigación sobre la relación de colaboración entre Ada Lovelace —”científica poetisa, analista y metafísica” según propia definición, precursora de la informática y, detalle nada menor, única hija legítima del célebre poeta inglés Lord Byron— y Charles Babbage —el “padre de la computación”, creador de la máquina analítica, primer diseño teórico de una máquina programable para el cálculo—. La historia de Lovelace y Babbage acababa mal: ella murió joven y él no pudo acabar de construir su máquina analítica. El impulso creativo de Padua la llevó a imaginar una realidad alternativa en la que Lovelace y Babbage terminan la máquina, y combinando sus talentos, la usan para resolver toda clase de problemas y luchar infatigablemente por el bien y la grandeza del Imperio de su majestad la Reina Victoria. La “pequeña investigación” se convirtió en una gran investigación y esa “realidad alternativa”, sin dejar de ser claramente una obra de ficción, comenzó a apoyarse en en una ingente cantidad de datos, notas, bocetos y visualizaciones de la máquina.
Todo ese trabajo, publicado inicialmente en forma de blog, acabó convertido en un libro en el que Padua combina con gran encanto y mucho acierto tres líneas de exploración narrativa: una nada disimulada (como debe ser) aproximación de género a la matemática y a la informática como homenaje a la figura de Ada Lovelace, una divulgación de la historia de los inicios de la ciencia informática, y una ficción con aires de aventura steampunk francamente entrañable. Esas tres líneas narrativas se construyen sobre un guión cargado de información histórica y de humor, y sobre un dibujo que muestra cierto aire de familia, cierta relación de parentesco siquiera lejano, con las formas expresivas de Albert Uderzo, Walt Kelly o Christophe Blain (por citar algunos nombres que podrían venir a la mente al leer a Padua). Dibujo que, además, se amalgama con un uso muy expresivo de la tipografía, con anuncios de diseño victoriano y con infinidad de diagramas y esquemas conceptuales. Y, por si no había quedado claro el rigor de la investigación, con centenares de notas a pie de página.
Todo ese trabajo, publicado inicialmente en forma de blog, acabó convertido en un libro en el que Padua combina con gran encanto y mucho acierto tres líneas de exploración narrativa: una nada disimulada (como debe ser) aproximación de género a la matemática y a la informática como homenaje a la figura de Ada Lovelace, una divulgación de la historia de los inicios de la ciencia informática, y una ficción con aires de aventura steampunk francamente entrañable. Esas tres líneas narrativas se construyen sobre un guión cargado de información histórica y de humor, y sobre un dibujo que muestra cierto aire de familia, cierta relación de parentesco siquiera lejano, con las formas expresivas de Albert Uderzo, Walt Kelly o Christophe Blain (por citar algunos nombres que podrían venir a la mente al leer a Padua). Dibujo que, además, se amalgama con un uso muy expresivo de la tipografía, con anuncios de diseño victoriano y con infinidad de diagramas y esquemas conceptuales. Y, por si no había quedado claro el rigor de la investigación, con centenares de notas a pie de página.