Leído en junio de 2014. Este segundo volumen de la reedición integral de la revista Creepy sigue la línea marcada por el primero, que ya se comentó aquí el mes pasado. Continúa, por tanto, el terror clásico y efectista, basado en el efecto sorpresa de Archie Goodwin —un creador no por prolífico menos brillante—, y su espectacular nómina de socios en el apartado visual: los Torres, Severin, Crandall y compañía, todos ellos dibujantes que el tópico ya instalado en la historia de los cómics califica de "probada eficacia”, pero que sin duda cabría calificar de "artistas como la copa de un pino”. Véase, como muestra, la espectacular “El barril de amontillado" de Crandall.
Si el nivel medio del libro es excelente, hay unas cuantas historias que se elevan hasta lo extraordinario. Además de las portadas de Frazetta, alcanzan ese nivel excelso, según mi parecer y como ya ocurría en el primer volumen de la serie o en la también comentada primera entrega de la recopilación de Eerie, los trabajos del trío de titanes que sin duda marcó el máximo nivel de excelencia de esa primera época de las revistas Warren de terror: me refiero, claro, a Gene Colan, Steve Ditko y Alex Toth. En especial, las tres historias de paranoia extrema y puro terror psicológico de Toth son inconmensurables.
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