Leído en febrero de 2015. Los magazines en blanco y negro editados por Marvel Comics en los setenta son un material muy apreciado por coleccionistas y nostálgicos de la época dorada de la editorial. Más allá del valor anecdótico que tiene el hecho de que Marvel apostara por un formato diferente a su habitual comic book buscando un público más adulto y sofisticado, estos productos editoriales son valiosos y siguen vigentes porque ofrecían excelentes trabajos de autores comprometidos con el cómic de calidad. Cabeceras como, por citar unas pocas, Savage Tales, Monsters Unleashed, Deadly Hands of Kung Fu, Marvel Preview –Bizarre Adventures a partir de 1980–, Marvel Super Action o The Rampaging Hulk merecen sin duda una reedición en condiciones para todos aquellos que buscan antes buenas condiciones de lectura que la “originalidad” de la primera edición del material. El último magazine de los citados en la lista, The Rampaging Hulk, tiene ya esa merecida reedición de lujo: se trata del segundo volumen de la colección Marvel Limited Edition, coproducida por Panini Comics y la distribuidora SD.
El tomo contiene los números del 1 al 9 de The Rampaging Hulk, las nueve entregas de la revista publicadas antes de que esta cambiara de enfoque y de título —pasó a llamarse The Hulk!— y cambiara el blanco y negro por el color. Nueve entregas inolvidables que ofrecen una serie de historias en las que, en un arriesgado ejercicio de retrocontinuidad, se regresa a los primeros momentos de existencia (en la ficción) del personaje. Este paso atrás en el universo de la ficción permitió un notable grado de libertad en los autores responsables de las historias, libertad que resulta evidente para el lector del volumen y que se desarrolla en dos líneas: en primer lugar, en el planteamiento de las aventuras de Hulk en el marco del universo Marvel —con encuentros con La Patrulla-X, Los Vengadores o Namor que no tenían por qué respetar la continuidad creada hasta ese momento—. En segundo lugar, hay una libertad en el tono de las historias. Desde luego estamos, como dice la publicidad, ante “el Hulk más salvaje, primario y poderoso que existe”, pero también estamos ante algunos de los relatos más socarrones y divertidos que se han hecho del personaje, historias sembradas de detalles graciosos —o simplemente simpáticos— que relajan la tragedia de la condición de Hulk, y que contienen momentos tan pura y locamente Marvel como ese instante del número 3 en el que la acción pasa del escenario de un bucólico paisaje francés a un espacio-tiempo distorsionado y a la cuarta dimensión sin solución de continuidad. El guionista que brilla en todas esas historias es un espléndido Doug Moench, acompañado de unos dotadísimos Walter Simonson, Keith Pollard, Jim Starlin y Sal Buscema. Es, como diría el tópico, un repoker de artistas fenomenales que nos ofrecen un trabajo que se lee con emoción y con una sonrisa permanente. Una obra que nos traslada a un momento histórico —los locos setenta— y a un lugar —la redacción de Marvel Comics— en los que el entretenimiento popular se hacía francamente bien.
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